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La Maldición






Entonces...


Esperando la noche en los pasillos perdidos de la ciudad,
las agujas del tiempo segundo a segundo
ríen su sonrisa lenta.

Acompañada por los desesperados
que nada tienen que perder.
Lo intentará todo y hará lo que sea,
sufrirá llagas, arrastrará
sus muñones, pisará sus vísceras,
pero nada servirá...

¡No puede morir!

Quemará los segundos
huyéndole al sol,
que en cuanto la toque
iniciará el grotesco ciclo
otra vez y
otra vez...

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